miércoles, abril 02, 2008

¿Se puede tener más mala suerte?

25 de marzo: nos teníamos que ver en Moscú. Además era el día previsto para mi parto. Visto que aún aguanto, le envío un mensaje para que se quede en Vilna y nos vemos allí, así yo evito el riesgo de dar a luz en el bus.

Lee el mensaje 10 minutos demasiado tarde. ¡10 minutos! Y no nos vemos.

30 de marzo: estoy en Estocolmo relajándome después de un concierto. Recojo a toda prisa porque resulta que el bus sale ya. Supongo que debía de estar distraída porque tenía pensamientos un tanto turbios desde hacía dos días, desde que hablé con Pal.

Nada más subir al autobús, sin aún haberme acomodado en mi sofá habitual (el de terciopelo rojo), recibo un mensaje: espérame en Estocolmo, llego en un par de horas. ¡¿Otra vez?! Y yo de camino a Amsterdam... No pasa nada, nos vemos en Amsterdam... Calculo cuanto tardaré y le pregunto si quiere que le espere en el hotel. Yo te espero allí, como la otra vez. Llego antes que tú.

De acuerdo. La otra vez, el día de Navidad, el reencuentro fue precioso. ¿Te acuerdas? Me esperaba algo parecido. Además, llegaba otra vez a las 5 de la mañana. Estaríamos juntos desde las 5 hasta las 12. Avería en el bus. Tres horas de retraso. Llego a las 8, muerta, a Amsterdam.

La recepcionista del turno de noche ha dado paso al del turno de día y él no sabe que alguien me espera en su habitación. Me pone pegas. Cuando por fin consigo entrar... un mensaje: ensayo a las 10 de la mañana. Las siete horas juntos se vuelven dos. Al menos hemos podido hablar, pero no me queda un buen sabor de boca.

El martes, en Bruselas, intento pensar mejor qué hacer. En París, a medianoche, nos veremos. Me ha caído una semilla, así que me he puesto a componer. Puedo volver a hacer horóscopos mientras tanto, a ver si cae alguna más. Acierto a la primera, y eso que no sé mucho. Pero resulta que la suerte se torna en desgracia, ya que me recomienda que no tenga relaciones sexuales...

Después de un muy buen concierto (y competición ganada seguramente), nos ponemos en marcha. Sólo tres horitas de carretera. Llegamos los dos a medianoche. Me muero de ganas... estos dos últimos días he estado un poco extraña. Mientras estoy en el bus suena el teléfono: no me dejan salir del auditorio, el concierto no acaba. Parece una broma. Pero es cierto. Ha tenido que cancelar el billete de avión e incluso el bus, que iba por libre.

Me resigno, pienso que ya llegará. Me ha dicho que se puede quedar todo el miércoles. Siguente mensaje: mi horóscopo me ha dicho que debería dejar de darme revolcones por un tiempo... Vaya... ¿alguna maldición más? Por fin, al cabo de poco, me entero de que le han dejado ir, que el audotorio de Londres abrió sus puertas. Calculo que en jet tardará poco. Y yo también tardaré poco más.

Peeeeero... el vehículo de Lemon A Tour sufrió una avería, pero se pudo arreglar el desperfecto. Esto retrasará mi viaje 3 horas.

Empiezo a desesperarme. Esto es una odisea. Pero sin sirenas ni cíclopes... o al menos de momento. Tres horas más de viaje. Al menos él en el jet llegará al mismo tiempo.

No: por un motivo que desconozco, ha decidido ir en bus de Londres a París, atravesando el canal... y tardando seis horas más. De cenar juntos en un romántico restaurante de París e ir al hotel más exclusivo a contarnos cuánto nos hemos echado de menos hemos pasado a estar agotados y desaliñados en el bus de gira y tendremos suerte si podemos tomar un café juntos en la máquina de la estación... Mensaje: mañana a las 8 de la mañana grabamos.




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